Hace poco atendí a una paciente muy angustiada porque durante una revisión con el ginecólogo, descubrió que había sufrido una rotura de la prótesis tras el parto, en uno de sus implantes mamarios. Desarrolló un aumento de volumen descomunal del pecho, el cual se deformó y le originaba dolor. Ella me comentó que se había operado el pecho dos años antes y que se había quedado embarazada sin planificarlo (ya que ya tenía tres hijos previamente y tomaba medidas para no embarazarse nuevamente).
Antecendentes
Pese a ello, el embarazo y posterior parto se dio y justo tras el mismo empezó su problema. Contaba con dos estudios de ecografía que confirmaban la presencia de líquido periprotésico y un daño estructural de uno de sus implantes. Con toda esta información, se presentó en la consulta para ver que podía hacer ya que su cirujana anterior (yo no le había operado previamente) le planteaba una nueva intervención de recambio profético de forma urgente e inmediata, y ella no estaba segura se esa sería la mejor opción.
Al evaluarla, aprecié que tenía el pecho derecho con una severa deformidad y aumento de volumen añadido al aumento de volumen propio de la lactancia inicial. El pecho no presentaba signos de infección y presentaba discreto dolor a la manipulación.
Valoración
Tras tranquilizarla y valorar todos estos detalles, le expliqué que un implante de calidad no debe romperse en dos años de forma espontánea. Que esto probablemente se deba a un defecto de fábrica o a la presencia de una “aparente rotura” pero que en la realidad no es tal. Dado que muchas veces en los estudios de imagen, los pliegues de un implante se interpretan por los radiólogos como una rotura. Incluso que posiblemente lo que pueda haber pasado es un despegamiento súbito del implante de los tejidos y que esto puede explicar la presencia de un serosa ractivo y la apariencia de una rotura en las imágenes (por los flecos de tejido que quedan entere la prótesis y la cápsula periprotésica dañada).
Así pues, mi recomendación en ese momento era esperar. Continuar con el tratamiento anti inflamatorio que ya había iniciado. Interrumpir la lactancia para conseguir normalizar el tamaño y volumen del pecho minimizando la distensión del mismo.
Además, le comenté que a mi parecer, la opción de sustituir el implante en este momento no era razonable, dado que considero que un implante se debe colocar cuando el pecho tiene un tamaño estable, para poder determinar el tamaño del implante, la necesidad o no de realizar una elevación mamaria, así como la apariencia general del pecho que queremos producir.
La recomendación
Así pues, le recomendé reposo y continuar su evolución, y que si existía cualquier signo de alarma (fiebre, aumento de volumen, enrrojecimiento, dolor etc) debería volver para de forma inmediata retirar los implantes mamarios por el riesgo de infección de la zona aumentado por el desarrollo del serosa reactivo y la lactancia. Dejando la recolocación de una nueva prótesis para un procedimiento posterior, cuando todo este controlado, sin signos de infección y habiendo recuperado el tamaño y volumen de su pecho natural sin lactancia.
En la segunda consulta
Transcurridas dos semanas, la paciente acudió a consulta sensiblemente más tranquila y me comentó que tras suspender la lactancia había notado una involución mamaria notable, así como una mejoría importante en el volumen de su pecho dañado.
Durante la revisión, constaté estos hechos, así como la disminución del volumen del seroma de la mama dañada gracias a una aparente reabsorción del mismo.
Le comenté entonces a la paciente y su marido, que esta era una situación excelente y que había sido un acierto el no sobredimensionar el problema, y el haber tomado una postura conservadora, dado que su organismo había reaccionado correctamente limitando y minimizando el problema.
Claro está que el implante dañado deberá sustituirse, pero podrá serlo en una única intervención quirúrgica (no dos, como inicialmente se planteó). Sobre todo, cuando el cuerpo de esta persona haya vuelto a la normalidad y no se vea influenciado por las hormonas del embarazo-lactancia. Haciendo de su futura cirugía, una cirugía más segura y con mayores posibilidades de éxito, no sólo desde el punto de vista médico sino también estético.
Para concluir
He querido compartir este caso de las últimas semanas, porque este tipo de situaciones son extremadamente infrecuentes, pero cuando suceden son tremendamente traumáticas para las pacientes y sus familias. El hecho de tener una complicación temprana con una prótesis de mama no es habitual, pero menos es el presentarla tras un embarazo o lactancia. Ante esto, lo prudente no es alarmar a la paciente y empujarla a operarse.
En esos momentos la persona se encuentra extremadamente sensible y angustiada y a mi modo de ver. Siempre hay que velar no sólo por la salud física de la persona (siempre y cuando ésta no este en riesgo inmediato claro esta), sino también, velar por su salud y estabilidad psíquica y mental.
Un implante mamario no es una bomba. No va a estallar, ni a causar un daño inminente en la integridad física de una persona. Por tanto, la decisión de retirarlo, sustituirlo o colocarlo, debe ser tomada desde un punto de vista objetivo y razonado. Donde prepondere la salud integral de la persona, el resultado estético que objetivamente es obtenible y al mismo tiempo las repercusiones económicas de dichas acciones.
Para mí hubiese sido muy fácil el recomendar a la paciente intervenirse al día siguiente que la vi en la consulta para retirar el implante, o para retirarlo y colocar uno nuevo. Sin embargo, esto no sería en absoluto correcto.
A tener en cuenta
Algo que siempre le digo a los residentes (cirujanos plásticos en formación) que he tenido el privilegio de formar durante estos últimos años, es que llevar a una paciente a quirófano debe ser un ejercicio de responsabilidad por parte del médico, donde debe primar la salud tanto física como mental de nuestras pacientes, y no la prisa, el miedo o el interés económico del cirujano plástico. Nos debemos a nuestros pacientes y no a nuestros propios intereses.
Ojalá esta reflexión en voz alta, sirva tanto las pacientes que ponen su salud en manos de médicos con pocos escrúpulos, como a futuros cirujanos plásticos que deberán de saber que tenemos la más hermosa de las profesiones, pero también la que más nos exige una actitud moral y éticamente correcta.